dr fabian

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domingo, 1 de junio de 2014

Casas y burbujas.


No entiendo nada de economía, pero creo que en nombre de ella hay cuestiones que se distorsionan hasta dar bronca.
Una casa puede definirse como el espacio delimitado por paredes, techo y piso, cuyo aire respiramos durante lo que conocemos como nuestra vida doméstica.*
La construcción de este espacio es además un negocio, y el mercado termina siendo quien designa cuántas y cuáles son las casas que se construyen, y a quienes van dirigidas. Salvo intervención oportuna o eventual de los Estados.
En este sentido me resulta interesante el término burbuja inmobiliaria, porque al fin y al cabo la burbuja también es un espacio de aire delimitado por una pared, en este caso efímera, casi etérea. Las burbujas inmobiliarias asumen a las casas en su sentido comercial, y  terminan olvidando su función esencial, como elemento necesario para la vida y dignidad de las personas. En las grandes crisis económicas más o menos globales de la última década hubo destacado protagonismo de estas burbujas inmobiliarias, con un mercado que se infla cual maíz pisingallo mientras millones de personas viven confortablemente a partir de contraer deudas astronómicas.
Parece que a algunos países la burbuja los incluye, inflándose cual países ricos de la primera hora,  pasando, de ser los vecinos pobretones  históricos de Europa a ser comunitarios con mercados en desorbitada expansión. Cuando la burbuja cumple su designio de tal, o sea, desaparece en la atmósfera, quedan medio al aire cual glúteo de mecánico.
 Irlanda tiene 4,5 millones de habitantes, y en una década se construyeron 553.000 casas, de las que al menos 300000 permanecen vacías (alrededor del 15% de las viviendas del país). Muchas de ellas, quedaron incluso a medio construir al momento de pincharse la burbuja en 2008. Hubo créditos  promocionales y se construyó a un ritmo que duplicó al del resto de Europa. Luego, el derrumbe, y no hay quién vaya a comprar esas casas ni forma de recuperar las inversiones.
Hubo, aparentemente, mucha construcción veloz, de mala calidad o en terrenos mal preparados. Quedaron barrios enteros a medio construir, en los que se fue colando gente, y se produjeron algunos accidentes, caídas, derrumbes. En virtud de estos episodios, el estado concluye que aquello que se edificó y no es vendible, deberá demolerse. Puede concluirse, además, que tanta casa "ociosa" atenta contra el mercado desalentando próximas inversiones. El Deusche Bank advirtió que dada la tasa de crecimiento demográfico actual de Irlanda, llevará cerca de 43 años absorber el exceso de oferta de viviendas vacías.
Todo muy bien, pero son casas ya constituidas que debieran pensarse para ser habitadas y se van a demoler por cuestiones de mercado. Hay de todas formas movimientos para que lo ya terminado pueda ser utilizado como "vivienda social".
El fenómeno se repite, con variantes, en España, Grecia y Portugal, entre otros, donde también se planean grandes demoliciones.

Por casa.

Lo de Buenos Aires es más feo aún, porque hay una profunda crisis habitacional, lo que es claramente un despropósito, dada la cantidad de viviendas que permanecen vacías.
En el censo de 2010, cerca del 24% de las casas estaban desocupadas. Son cerca de 340000 las vacías , que según unas cuantas organizaciones alcanzarían para albergar incluso el doble del número de vecinos sin techo digno. Aún sin tener en cuenta el microcentro, en el que se asume que se construye para fines no habitacionales.
Parece haber un "choque", por decirle de algún modo, entre el derecho constitucional a la propiedad, que permite al propietario disponer a su arbitrio de un bien, y el derecho a la vivienda digna.
Según Raúl Fernández Wagner, miembro de Habitar Argentina y docente de U.N.G.S., "La función social de la propiedad reconoce la existencia de un límite en el derecho de propiedad, cuando su ejercicio perjudica a terceros. Esto es lo que ocurre cuando una vivienda no se usa. Se perjudica a otros, al colectivo social urbano." También :"En Argentina predomina el paradigma de política pública que, si existe un “déficit”, el Estado debe construir más viviendas, pero no regular los mercados de la vivienda (y el suelo). Entonces el problema siempre se reduce a cuestiones de financiamiento y/o de ejecución de programas de construcción. Por lo que a la manifiesta desigualdad socioespacial –que el Censo expresa– se plantea como solución agregar más viviendas a un parque que mantiene la cuarta parte ocioso."
Hay países europeos en que predomina una visión  más social de la propiedad, viendo la misma como un "derecho-deber" que se ve afectado por el interés general. Esto habilita medidas que tienden al castigo a quien tiene propiedades sin uso o distintos tipos de estímulo a quienes rehabiliten u ofrezan  en alquiler sus propiedades. Multas a propietarios en Dinamarca, subsidios a inquilinos en Holanda, desgravaciones a quienes ofrezcan en alquiler sus propiedades en Francia son algunos ejemplos.

El de la vivienda, de todas maneras, es solo un botón de muestra. Como dice Zygmunt Bauman en una entrevista en Ñ de Clarín: ... "deberíamos cambiar integralmente nuestro modelo de vida. En mi país, el 50% de la comida acaba en el container ¡antes de sacar el envoltorio! Nos estamos jugando la sostenibilidad del planeta, somos unos depredadores."

* Definición académica que acabo de inventar.

Fuentes.

Bauman




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