dr fabian

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martes, 24 de marzo de 2015

Matemática, historia, literatura. El último teorema de Fermat.


Se reedita El último teorema de Fermat, de Simon Singh.
Es uno de los libros capaces de cambiar la historia del que se anima a leerlo. Por lo menos en dos casos: el de Adrián Paenza y el mío.
 A.P. prologa esta nueva edición comentando que es el mejor libro que leyó en su vida. Pero claro, que un libro sobre un teorema sea el preferido de la vida como lector de un matemático,  podría no tener mucho valor para gente como uno, a los que nos interesa es la literatura. Por ésto, es que me parece que el comentario significativo es el mío.
Es un libro sobre un problema matemático planteado hace más de tres siglos. En realidad, es algo más interesante, desde lo literario: es una cuestión matemática supuestamente resuelta hace siglos por un chabón que decidió no contarnos cómo es que la resolvió, y que desde entonces se nos cagó de la risa ( a la humanidad matemática, digo) desde el margen de un libro de aritmética. Lo de que se cagó de la risa es bastante literal, ya que la cosa empieza con una anotación de su puño y letra (al lado de una fórmula modificada del teorema de Pitágoras) que dice algo así: "tengo una demostración verdaderamente maravillosa de este enunciado, pero este margen es muy angosto para contenerla".Como Fermat era un tipo que laburaba de juez, y se dedicaba a la teoría de los números íntimamente y sin trato fluido con la comunidad matemática de la época, este libro con sus márgenes anotados fue encontrado luego de su muerte. Se llevó su supuesta demostración " al otro barrio", dirían en un policial yankee.
Lo interesante, como dice el libro en sus primeros capítulos, es que esta es la historia de una demostración extraviada, y que la búsqueda de esta demostración nos pasea por siglos de historia del pensamiento matemático, ya que recién logra resolverlo en 1993 un tal Andrew Wiles, utilizando las últimas herramientas aritméticas a mano. En el camino te pasea por toda la evolución de la manera de pensar los números desde el enunciado inicial de Pitágoras hasta la actualidad.
Para entender un poco más acerca de por qué tanta obsesión
 por encontrar esta respuesta, viene bien entender lo que significa una demostración para un matemático: a diferencia con otras ciencias, acá no hay ley si no se acompaña de una demostración absoluta. O sea que no alcanza con encontrar millones y millones de ejemplos en que una ley se cumple y ningún caso entre esos millones en que la ley se contradiga, sino que hay que encontrar un planteo que demuestre que la ley se va a cumplir siempre, independientemente de la cantidad  de ejemplos que busquemos.Va el ejemplo con que nos tira el libro:viajan en un tren que recorre la campiña (pongámosle inglesa) tres hombres: un médico, un científico y un matemático. Ven por la ventanilla una oveja negra. El médico dice: -en Inglaterra las ovejas son negras. El científico corrige: en Inglaterra, al menos una oveja es negra. El matemático piensa: "en Inglaterra hay una oveja cuya mitad visible desde el tren, es negra".
El libro está estupendamente narrado y te lleva a intentar entender cada paso que da la historia en pos de la solución, incluyendo algunas de piratas: la Reina de Inglaterra ofreciendo tesoros a quien logre la demostración, el intento de solución o de fraude por parte de los más ingeniosos cazadores de recompenzas, por ejemplo. Pero sobre todo, y a partir de un apéndice al final, te da la oportunidad de seguir los pasos a través de ejercicios que los grafican, por lo que uno decide según propio interés o capacidad neuronal, hasta qué profundidad matemática bucea.
En mi caso, la neurona logró seguir los ejercicios hasta cerca de la mitad del libro, luego de lo cual simplemente seguí gozosamente la historia.
Empecé comentando que "el último teorema..." me cambió como lector y es cierto, porque me acercó a los números y a mirarlos con ganas creo que por primera vez en la vida.



domingo, 15 de marzo de 2015

Eva y Agatha desaparecen.






Eva desaparece. Su marido, Henry Wilt, profesor de secundaria, aprovecha la soltería para probar una muñeca inflable que le regalan y a la que queda pegoteado por alguna sustancia cementante puesta ahí para eternizar esa relación , que  por naturaleza es siempre efímera. Alguien, a la hora de que la cana se hace cargo de investigar la desaparición de Eva, atestigua haber visto a este hombre arrojando lo que parece el cuerpo inerte de una mujer, al foso a rellenarse con hormigón en una obra en construcción. Mientras Eva anda de joda con un matrimonio en plan de trío, Wilt es acusado del supuesto asesinato  y está con el ego por el piso: no logró una performance más o menos digna ni con una muñeca con la boca en forma de "O".

Agatha Miller también desaparece, en diciembre de 1926. Sale a dar una vuelta y encuentran horas más tarde su auto al borde de un acantilado, con la maleta y los documentos desparramados sobre el asiento.Su marido Archibald,  héroe de la gran guerra, pasa ese fin de semana con unos amigos, acompañado de su ya no disimulada amante.   Agatha había escrito un tiempo antes al jefe de policía comentándole que temía por su vida y a su hermano que se iría a un hotel de campo a descansar. Su madre había muerto hacía unos meses  y su matrimonio venía mal. Es ya una renombrada escritora de novelas policiales, y en una de sus historias un personaje se había ahogado justo  en el estanque que queda muy cerca de donde encontraron el auto.

De la primera historia no les voy a adelantar mucho más, porque es ficción. Wilt, de Tom Sharpe, espectacular novela de humor inglés, en que la supuesta víctima de asesinato la pasa fenómeno, el supuesto asesino vive desventuras varias de las que suele librarse con la dignidad del mejor antihéroe, casi siempre a expensas del pobre policía que se ocupa del caso, que parece haber venido a este mundo literario solo a sufrir.


La segunda historia es otra cosa: Agatha Miller era el verdadero nombre de Agatha Christie, y en 1926 permaneció desaparecida durante 11 días. Nunca se terminó de saber qué fue lo que le pasó, ya que no nombra el episodio en sus memorias y jamás volvió a referirse al tema al menos en público.
Parece ser que el bueno de Archivald le había pedido la separación, y que ella,  sufría una depresión luego del fallecimiento de su madre. Ella dejó el auto perfectamente identificable, y desapareció. Los diarios se hacen eco del hecho, la policía sospecha del marido y lo investiga. Mientras tanto se organizó una búsqueda en la que participaron 15000 personas, y el caso pasó a ser cuestión de estado.Su desaparición conmovió hasta al gobierno y Scotland Yard y la prensa no tardó en especular el más apasionante de los thrillers: ¿Adulterio? ¿Aborto clandestino? ¿Secuestro? ¿Suicidio? ¿Maniobra publicitaria?
Finalmente fue reconocida por varias personas en el Hotel Hydropathic, un lugar de moda en un balneario, donde se había registrado como Theresa Neele, casualmente el apellido de la amante de su marido.
Archivald aclaró que ella se encontraba totalmente amnésica del episodio. Pero todo no quedó ahí.
En el parlamento un tal Lunn, perteneciente a la oposición laborista vio el filo para aprovecha políticamente el caso: preguntaba quién se haría cargo de los gastos de la búsqueda ante semejante engaño y de compensar a los miles de personas engañadas, tirándole el tema  por la cabeza al gobierno, representado por el vehemente antivolchevique Joynson-Hicks . La izquierda no perdonaba a Christie: uno de sus libros más populares de este período fue El misterioso señor Brown (1922), un thriller sobre una conspiración de Rusia para hundir a Inglaterra en la anarquía por persuadir al Partido Laborista para apoyar una huelga general.
Actualmente hay autores que creen que Agatha sufrió, a causa del estrés, un episodio de lo que hoy se llama "fuga disociativa", en la que el individuo pierde contacto con una parte de su realidad en forma transitoria , con una especie de amnesia psicógena y disociación de la conciencia. Es llamativo que aparentemente, aún escondida en el spa, Agatha publicó un anuncio en el Times de Londres : "la señora Teresa Neele está interesada en ponerse en contacto con sus familiares que pueden encontrarla en el Hydro de..."
Vaya a saber uno cuánto de psicopatológico o de planificado tuvo el episodio. Lo cierto es que Agatha era en principio un ama de casa que descubrió que era buena escribiendo y que tenía gran capacidad de imaginar y resolver enigmas en los que siempre el bien y el mal estaban en su lugar. Sin medias tintas ni elementos fuera de orden. Escribía para ganar dinero y continuar con su tranquila vida burguesa. "Me gustaría derribar el invernadero y hacer una galería en la que podamos sentamos'. ¿Cuánto costará? Hacía mis cálculos y me iba a la máquina de escribir".
Luego de su reaparición, su matrimonio duró a los ponchazos hasta 1928. Una vez separada, se subió al Orient Express, y se dedicó a viajar, llevándose puesto el apellido de casada. Conoció en oriente al arqueólogo Max Mallowan, 15 años menor que ella, con quien se casaría y a quien acompañaría en todas sus expediciones.
 Cuesta creer que ese primer gran portazo, no haya sido el primer paso del cambio de esa mujer, que de necesitar  un mundo en orden y siempre bajo control , terminó dedicándose a viajar  por ese mundo en expediciones científico aventureras. Mientras seguía escribiendo enigmas, esos sí, con solución infalible al final.






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