dr fabian

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sábado, 19 de marzo de 2016

Voces



Escucho la radio mientras manejo. Como hay muchos kilómetros entre un laburo y otro, tengo un par de horas para eso casi todos los días. La radio crea un clima de intimidad dificil de explicar. De tarde y de noche escucho la Metro.

Volvía de Domínico a eso de las ocho, hará unos meses. 
Sebastián Wainraich  leyó en “Metro y medio” parte de un poema de Borges, supongo que en ocasión de alguna efemérides del escritor.
El  poema  que leía hablaba de la lluvia en el patio y la nostalgia que esta lluvia despierta. Terminaba con que “me trae la voz deseada. De mi padre, que vuelve y que no ha muerto.
Genial.
Hay resortes que uno tiene ahí, listos para saltar. Escuché el final del poema y apagué la radio. Me vino a la memoria, de repente y sin aviso,  la voz del viejo. Mi viejito, no solamente vivo, sino también sano.
Con  los ruidos de fondo del auto y la autopista, el viejo me acompañó, en modo audio, todo el viaje a casa.
Cuando éramos chicos,  en el auto, tarareaba o nos cantaba cuatro o cinco canciones, siempre las mismas: “en el bosque de la China”, “tengo mil novias”,“ el que tenga un amor, que lo cuide”, “hay madres que abandonan”. O recitaba unos versos del Martín Fierro acerca de una “punta de yeguas”. Canté también un ratito.
Me acuerdo del viejo bastante seguido, pero casi siempre se cuela la sensación angustiosa que dejó la enfermedad. No esta vez.

Fueron Borges,  la radio, la noche. Las ganas.



La lluvia
Bruscamente la tarde se ha aclarado 
Porque ya cae la lluvia minuciosa. 
Cae o cayó. La lluvia es una cosa 
Que sin duda sucede en el pasado. 

Quien la oye caer ha recobrado 
El tiempo en que la suerte venturosa 
Le reveló una flor llamada rosa 
Y el curioso color del colorado. 

Esta lluvia que ciega los cristales 
Alegrará en perdidos arrabales 
Las negras uvas de una parra en cierto 

Patio que ya no existe. La mojada 
Tarde me trae la voz, la voz deseada, 
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.


Acá, leído por Borges