dr fabian

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domingo, 17 de marzo de 2013

Sensaciones

Steve McCurry

DIAGNÓSTICO



Este laburo puede meterte en historias que generan sensaciones contradictorias difíciles de explicar y de entender.
Llegar a un diagnóstico complicado trae a veces  una carga que puede ser  angustiosa, sobre todo si el pronóstico del paciente no es alentador.  A su vez, uno se siente orgulloso de haber llegado a ese diagnóstico y esto te da  una cuota de satisfacción. Son sensaciones opuestas.
Objetivamente el diagnóstico es el primer paso para acercarse a la solución de un problema, lo que no quita que si un paciente llega a la consulta con un dolor de cabeza y se va a ir con un tumor de cerebro, el momento de comunicar las malas noticias es duro y duele.
¿Qué es lo que  pasa por la cabeza del médico si el asunto termina siendo al revés y hay un error con final feliz?
Un adolescente, llamémoslo José,  se internó por dolor en el muslo que no lo dejaba caminar. Había perdido peso, comía poco, y en la radiografía aparecía una imagen llamativa en el fémur.
Al conocerlo y ver su historia clínica, me dio la impresión de que podía tratarse de un tumor en el hueso.
Para llegar rápido al diagnóstico, consulté esa tarde con la traumatóloga infantil que  programó la cirugía para poder  biopsiar el hueso  ese mismo día.  Me contó al salir de quirófano que no le había gustado el aspecto del tejido que vio.
Apuré  el  envío de la muestra y hablé con el patólogo que la iba a estudiar para interesarlo en el caso y que le diera prioridad. Trabajaba en una clínica que no era de gran complejidad y si se confirmaba que José  iba a necesitar tratamiento oncológico tendría que derivarlo.
A la mañana siguiente  llamaron por teléfono para avisarme que estaba el resultado y que José tenía un tumor maligno en el hueso.  Me enviaron al rato  el informe escrito.
José estaba al cuidado de su mamá y de una tía. No tenía padre, al menos presente.
 Tuve que comunicarles a las dos mujeres el diagnóstico, mostrándoles el informe y explicándoles las posibilidades de tratamiento.
En el mejor de los casos había probabilidades de curación, pero con tratamientos dolorosos y largos que incluían la cirugía. Fue un momento duro y triste, y reaccionaron con el dolor del caso y de la mejor manera posible. Tampoco fue fácil charlar y explicarle el tema a José.
Que se tenga preparación y  alguna experiencia en estas cosas no implica que no sea un esfuerzo muy grande, de los que te hacen replantear algunas  cuestiones vocacionales.
 Al día siguiente José fue trasladado y tanto él como su mamá estaban tristes pero dispuestos a bancarse lo que les vendría . Además parecían agradecidos.
Semanas más tarde, recibí una llamada en la clínica. Era la tía de José. Como lloraba, pensé que algo no andaba bien.
-Disculpe Dr. que lo llame así, pero como se que usted se había quedado tan preocupado por él, quise que sea de los primeros en enterarse, y nosotras habíamos rezado tanto…
Resumiendo,  José había recibido sin demasiadas complicaciones la primera sesión de quimioterapia. Luego se había planteado el tratamiento quirúrgico. La oncóloga que lo atendía, una de las de mejor reputación en el país, tuvo una duda con respecto al resultado de la biopsia porque el tipo de tumor que estaba informado no se correspondía exactamente con la imagen en los estudios radiológicos y además no había tenido la respuesta esperada con la quimioterapia. En fin, recuperó las muestras del hueso, hizo repetir la biopsia con un patólogo de su confianza  que informó que no se trataba de un tumor maligno sino de una forma rara de infección.
José nunca tuvo un cáncer de hueso. No  hizo falta hacerle una cirugía mutilante, ni se iba a morir de eso. La tía lloraba de alegría, yo lagrimeaba al teléfono ante la mirada incrédula de las enfermeras.
Cortamos la comunicación y yo no sabía si tenía más ganas de salir a abrazar y besar tías o de correr a matar un  anatomopatólogo.
Nada tapaba la alegría por José ni mi sentimiento de culpa por haberles leído una sentencia errónea. Más que un par de sensaciones contradictorias,  cuando  recuerdo ese momento  todavía  siento en el pecho  (literalmente)  una enorme “emoción paradójica” , con  dolor,  vergüenza  y euforia .

Troche

3 comentarios:

  1. qué historia ! me encantó...

    Carina

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  2. Que hermosa nota Doctor! me emocionó muchísimo...que suerte tenemos en que ud sea el pediatra de nuestro hijo! no solo por su excelencia profesional sino por su amor y respeto por los niños! gracias por todo, Lorena.

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  3. Excelente relato Doctor, me encantó y creo que todos los que practicamos la noble profesión de la medicina tenemos algo parecido que contar, pero usted los hizo con sinceridad y humildad. enhorabuena y saludos desde Tijuana, B.C., México

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