dr fabian

dr fabian

sábado, 14 de septiembre de 2013

Mary Shelley.



La mujer que escribió Frankenstein.

Así se llama este libro de Esther Cross, que trata de la Vida de Mary Shelley(1797-1851) de la de su criatura y de su época.

Gente rara.

Obviamente Mary no tuvo una vida corriente, ni era una persona común. Lo más interesante es que tanto su vida tan peculiar como  la historia de su obra más famosa, que escribió a los 18 años, nos cuentan acerca la  sociedad y de los fantasmas de su época.
Claramente no tenía genes como para ser una persona corriente. Su padre fue William Godwin, filósofo y político radical, que promovía cambios sociales profundos pero despreciando la violencia como motor de ese cambio. Siendo aún sacerdote calvinista escribió frases como "El propio Dios no tiene derecho a ser un tirano". Se unió a un club, "los revolucionarios" dando por tierra con su carrera eclesiástica, ya que en su ánimo estaba la abolición de todas las instituciones existentes: políticas, sociales y religiosas. Godwin nunca había sido un obrero en ningún momento de su vida, pero no obstante era un motor para los obreros: un motor con efectos políticos. Es considerado actualmente como uno de los precursores del anarquismo.
Su madre, Mary Wollstonecraft, fue también filósofa y escritora. No resulta extraño que esta mujer haya sido minimizada y ridiculizada durante siglo y medio por la cultura dominante anglosajona. Escribio novelas, cuentos y ensayos como "Vindicación de los derechos de la mujer"(1792) en que planteaba bases para el feminismo moderno. No solamente fue precursora del feminismo a través de su obra sino también a través de su vida: se estableció en  Londres  como escritora profesional independiente y tuvo una vida sentimental más que tumultuosa para la época, hasta que se casó cn Godwin. Murió por complicaciones del parto en que nació su hija homónima.
De semejantes conjuntos de genes no podía surgir una persona común. Fruto de la vanguardia intelectual inglesa de la época , escribía desde muy pequeña y no fue una niña de crianza fácil. A los 16 años, huyó con Percy Shelley, un escritor casado . El muchacho tenía lo suyo,  había sido echado de Oxford por escribir un panfleto intitulado "la necesidad del ateísmo", ya se había fugado en su momento con su primera esposa a  los 19 años, con quien entró en crisis por la negativa de ésta a ser compartida (si, quiso compartir su mujer porque propugnaba el amor libre) con un amigo. Era además admirador de las ideas protoanarquistas de Godwin.
Hicieron una vida que, vista desde acá, podríamos definir como muy Hippie, errando de casa en casa, viviendo a veces en lo de amigos, casi en comunidad. Claro que fueron épocas en que para semejante bohemia había primero que formar parte de la elite. La etapa más llamativa fue cuando fueron hospedados en Suiza por Lord Byron, emblema histórico de los "langas" y del romanticismo. Una noche de tormenta, en 1816, reunido el matrimonio Shelley con Byron y su médico personal, un tal Polidori, frente al lago Leman, el dueño de casa propone que cada uno cuente o escriba una historia de fantasmas. Polidori será el autor de el cuento "El vampiro" basado en lo que Byron relató esa noche, y Mary imaginó un sueño con un muerto vuelto a la vida que sería la primera imagen que la llevaría a escribir Frankenstein.


Terrores nocturnos.

Lo interesante de este librito no es solo la historia de la buena de Mary sino también lo que hace a su criatura y la relación entre el momento histórico -social con la aparición y éxito del monstruo. Frankenstein, es decir "la criatura" que en la novela no tiene nombre, no fue un invento casual sino que encarna varios de los temores más concretos del momento en que fue concebido.
 Sumado al intemporal miedo a la muerte había en esa época miedos concretos al uso que  podía darse a los cadáveres, a la utilización de los cuerpos en experimentos y a los "resurreccionistas". Se llamaba resurreccionistas, metáfora más que interesante, a las personas y organizaciones que se ocupaban de saquear tumbas y llevarse los cuerpos para traficar con ellos. Existía una expresa prohibición de usar cuerpos humanos para estudios científicos y aprendizajes médicos. Por otra parte la sociedad necesitaba de sus médicos y cirujanos, y estos tenían que ser entrenados. Pensemos que no existía la anestesia, y que la supervivencia de un paciente operado dependía de que en no mucho más de quince minutos debía ser abierto y cerrado. No solo por riesgo de infección, que en ese entonces no estaba demasiado claro, sino que el paciente podía morir literalmente de dolor. Los cirujanos debían entrenarse, los pacientes querían estar en manos de gente experta pero no a expensas de usar los cadáveres. Había entonces una relación de amor/odio para con el médico y una clara contradicción en la sociedad que se terminaba zanjando en la ilegalidad. Había un mercado negro de cadáveres que incluía a estas organizaciones resurreccionistas que robaban y comercializaban cuerpos. Los velatorios eran largos para que los cuerpos llegasen al ataúd en peores condiciones, las familias se organizaban para  patrullar  cementerios de noche luego de cada entierro, algunas empresas comercializaban ataúdes herméticos imposibles de violar, los guardianes de cementerio también tenían sus kioscos, los resurreccionistas se organizaban en mafias y así funcionaba la cosa.
En este marco, sumado a los estudios que se publicaban acerca de la relación entre la electricidad y la contracción muscular, o el sistema nervioso, no llama la atención que una novela con un Doctor Frankenstein que junta cachos de cadáveres para dar vida a una criatura monstruosa a través de la electricidad, y cuya creación se le va de las manos al punto que mata gente a lo pavote mientras persigue por mar y tierra a su padre abandónico, haya tenido un éxito enorme desde su publicación.
Cuando se descubrieron bandas que ya no saqueaban tumbas sino que mataban gente para hacerse de cadáveres, comenzó a legislarse para que la ciencia pudiese contar con material cadavérico para estudios.

Mary y la muerte.

Mary enterró a tres de sus cuatro hijos. De cada uno de ellos guardó un objeto como recuerdo que llevaba siempre encima. La tumba de uno de ellos nunca  pudo ser  encontrada. Quedó viuda a los veinticuatro años, cuando Percy se ahogó en un naufragio. Logró hacerse con el corazón de su marido y lo conservó  hasta su propia muerte; se lo llevó a la tumba.
Antes de eso sobrevivió reeditando Frankestein o el moderno Prometeo, modificando la novela para hacerla más digerible para la industria editorial de la época: por ejemplo, la criatura que era culta e inteligente en el original, dejó de hablar, se "bestializó".


" ...Cuando me puse a investigar, a leer, fue como abrir la tapa de una tumba."
                                                                                                                   
                                                                         Esther Cross




fuente,fantasmagoriana   







reportaje de pag 12 a Esther Cross



No hay comentarios:

Publicar un comentario