Ivanita

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Esta semana cumplió años mi amiga Ivanna.
 Me acordé muy tarde a la noche como para llamarla, y le envié un mail.
 No lo contestó, por lo que supongo que no suele abrir los mails seguido. Como sé que lee el blog cada tanto, decido desearle feliz cumpleaños desde acá  e incluir alguna anécdota que justifique la entrada para los que no son  Ivanna.
Es una  pediatra de los que prefieren los pacientes del hospital, que es feliz, aunque no siempre se le note, laburando para los que más necesitan.Capaz de la mayor de las dulzuras.
A veces se pone seria. La cara de Ivanita enojada corta la risa de Natán Pinzón, te llena la imaginación de fondos musicales de Hitchcock filmando  escenas de ducha.
Éramos los coordinadores de la guardia de pediatría del Hospital de Luján, que por aquel entonces no contaba con servicio de terapia intensiva para recién nacidos.
El auto de Ivanna cambiaba seguido de companías de seguros, por decisión de éstas. Había algún problema a la hora de calcular distancias y tamaños que hacía que el Fiat Uno quisiera compartir el espacio con   columnas , portones,  autos vecinos en los estacionamientos. Para ser justos, casi nunca chocaba en las calles o en la autopista. El autito iba más seguido al chapista que mi amiga a la peluquería. Ella con su fugaz optimismo, estaba feliz cada vez que lo sacaba con la chapa impoluta del taller.
Una mañana llegó al Hospital y me encontró a punto de trasladar a un bebé prematuro que había nacido muy  chiquito y que había que llevar a la clínica privada de la zona donde recibían a los neonatos del hospital que necesitaban terapia intensiva. Estaba bastante inestable y debíamos llevarlo inmediatamente, ayudándolo a respirar, por lo que nos subimos ambos a la ambulancia .
Mientras íbamos concentrados en nuestro trabajo, la ambulancia arrancó, en la playa de estacionamiento,  bastante rápido dada la urgencia del caso. Hizo marcha atrás los primeros metros hasta que bruscamente chocó de culata dándonos un sacudón importante, que coincidió con importante puteada del ambulanciero. Luego de comprobar que el paciente estaba bien, fue Ivanna quien miró a través de las rayitas del vidrio trasero de la F100. ¿Cómo describir su cara? "Era  mi coche", dijo, sin poder dejar de bolsear al bebé. Dado su temor a seguir chocando contra todo objeto estacionado, y con el coche  recién salido del taller de chapa y pintura, lo había dejado  en medio del espacio de salida de la ambulancia. Quedó con ambas puertas del lado del conductor hundidas.
Creo que si en ese momento el chofer la veía quedaba imposibilitado de seguir manejando y con licencia psiquiátrica por ataque de pánico.
Todo terminó bien para el paciente, y fue un alivio que Ivanna por un tiempo utilice el transporte público.

ah, Feliz Cumpleaños!!



****  La foto no es de ella, pero es bastante parecida.