Hace unos días en un sitio web de arte había un trabajo fotográfico con chicos simulando fumar. Me molestó y decidí manifestar mi disgusto en los “comentarios”. Algunos usuarios estuvieron de acuerdo con mi opinión , otros no. Hasta que apareció uno que simplemente me trató de"retrasado mental". Me insultó gratis, e inmediatamente recibió unos cuantos “like” de apoyo. Una amiga que presenció virtualmente este cruce me envió un mensaje sabio: mejor discutir en un ámbito en que uno pueda elegir al interlocutor.
Me quedé pensando en la cuestión del insulto .
Cuánto te habla un insulto de su destinatario y cuánto de su autor.
Cuánto te habla un insulto de su destinatario y cuánto de su autor.
Uno a veces insulta por reflejo o como reacción frente a un enojo importante, casi sin pensar. Aún así se elige el texto del insulto. Porque es en este caso, el del insulto descontrolado cuando nunca sale algo nuevo y pensado sino algo que tenés adentro preparado para aparecer casi por reflejo.
Si te encierra un taxista en la calle y le gritás, por ejemplo: “¡¿ sos pelotudo, sos?! Claramente estás enojado con él. Si le gritás “¡taxista de mierda!” le estás diciendo algo a él y a sus colegas que no conocés y que, al menos esta vez, no se mandaron ninguna macana manejando. Tu insulto habla de vos.
Si te encierra un taxista en la calle y le gritás, por ejemplo: “¡¿ sos pelotudo, sos?! Claramente estás enojado con él. Si le gritás “¡taxista de mierda!” le estás diciendo algo a él y a sus colegas que no conocés y que, al menos esta vez, no se mandaron ninguna macana manejando. Tu insulto habla de vos.

Está también el que insulta sin estar enojado. Por molestar o para sentirse superior. Si alguien se distrae y tarda en arrancar al cambiar el semáforo, liga insultos que seguramente no son proporcionales a ningún enojo ni al apuro de los que están detrás esperando. Da la impresión que se está esperando la oportunidad de que quien ocupe el lugar de boludo sea otro, hacérselo notar a los gritos y en lo posible con espectadores.
Otra cosa que llama la atención es que algunos insultos probablemente incluyen a quien los profiere. Un adolescente insulta a otro gritándole “pajero”. ¿Cuál es la probabilidad de que el que insulta no suela masturbarse? Será que algunos avances de la sociedad en cuanto a algunos temas son más bien superficiales, y cuando la gente saca de su profundidad el insulto, deja en claro que internalizar los cambios requiere mucho más tiempo que intelectualizarlos.
Quizás simplemente la puteada desnude nuestra hipocresía. Si un señor le dice a otro “te quiero coger” se trata claramente de una propuesta homosexual. Si quinientos energúmenos en una tribuna le gritan a otros quinientos de la tribuna contraria “ los vamos a coger” se trata de una clara demostración de hombría. Esto al margen de que podría apostarse que entre los quinientos insultantes es muy poco probable que no haya ningún homosexual.
Quise intelectualizar, pero me vuelvo atrás con el rabo entre las patas.Borges cuenta en un artículo llamado El arte de injuriar, del libro Historia de la eternidad, que De Quincy contesta ante un vaso de vino arrojado a su cara: "Esto, señor, es una digresión, espero su argumento". Borges queda medio lejos de nuestros insultos espontáneos. Imagino una respuesta parecida ante el hincha de Banfield que te tira el vasito con meo.
Hay personas que son excelentes puteadores, creativos, ingeniosos. El problema es que si te estás cruzando insultos con alguien, el dejarlo sin palabras es asumir el riesgo de pasar a los hechos.
En fin, el insulto habla mucho de quien lo pronuncia. O será que quien queda desacomodado por un insulto, como me pasó a mí, quiere convencerse de que quien lo está puteando es un pelotudo.
Cortazar
Quise intelectualizar, pero me vuelvo atrás con el rabo entre las patas.Borges cuenta en un artículo llamado El arte de injuriar, del libro Historia de la eternidad, que De Quincy contesta ante un vaso de vino arrojado a su cara: "Esto, señor, es una digresión, espero su argumento". Borges queda medio lejos de nuestros insultos espontáneos. Imagino una respuesta parecida ante el hincha de Banfield que te tira el vasito con meo.
Hay personas que son excelentes puteadores, creativos, ingeniosos. El problema es que si te estás cruzando insultos con alguien, el dejarlo sin palabras es asumir el riesgo de pasar a los hechos.
En fin, el insulto habla mucho de quien lo pronuncia. O será que quien queda desacomodado por un insulto, como me pasó a mí, quiere convencerse de que quien lo está puteando es un pelotudo.
Cortazar